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miércoles, 2 de noviembre de 2016

Perdidos

Perdidos
Hace semanas que no veo a otra persona además de mi hermano Hansel. Me acuerdo cuando vivía con mis papas y éramos felices, aunque no tuviéramos mucho dinero, con esas pocas libras que conseguía mi papá era suficiente, todo fue perfecto hasta que mi madre murió, mi papá nunca nos contó qué le pasó, por lo contrario se molestaba si le preguntábamos.
Desde ese día él empezó a beber, cuando llegaba estaba ebrio y le pegaba a Hansel.
Hasta que una noche llego más tarde y mucho más ebrio que otras veces, esa misma noche él entró a mi habitación y decidió quitarme lo único que jamás podría recobrar en toda mi vida, mi virginidad, lo peor de todo es que a la mañana siguiente actuó cómo si nada hubiera pasado en la noche, sino qué nos comentó que lo habían despedido de su trabajo.
Pasaron años en los que para conseguir dinero mi papá nos metió a trabajar a Hansel lo puso de obrero en una fábrica, en cambio a mí me puso a vender mi cuerpo por dinero, así eran todos los días.
Hasta que él desposo a una muchacha de menor edad que él y de clase alta.
Un día decidieron llevarnos de picnic, lo cual era un intento para deshacerse de nosotros y empezar de cero con su nueva esposa, cosa que lograron.
Llevamos alrededor de un mes en el bosque, en este lugar todo se torna lúgubre y extraño a cada momento. Los primeros días nos encontramos con un arroyo lo seguimos hasta un pequeña playa donde encontramos a un joven de no más de 25 años hablado con un pez de tamaño medio le estaba hablando, Dime, ¿Cuánto me amas sirena mía?”, dejaba espacios de silencio, como si esperara respuesta alguna, ¡Enserio! yo también te amo demasiado, que creo que jamás me alegaría de ti”, volvió a dejar un silencio que lo corto el joven dándole un beso apasionado al pez, ¡No me importa que mi familia no acepte que me he enamorado de una sirena tan hermosa como tu mi princesa!”, en ese momento decidimos alejarnos de ahí.
También esa misma noche nos adentramos en el bosque y vimos a una joven de casi 18 años de edad, siendo llevada por siete hombres de menor estatura a ella y arrastrada a una cueva, se le notaba que era llevada contra su voluntad por como forcejeaba y aun más evidente por sus gritos de ayuda.
Cuando desapareció entre las oscuras sombras de la cueva, no fue al instante, pero en cuestión de minutos se empezaron a oír gritos y gemidos provenientes de la cueva, iba a ayudarla cuando mi hermano me detuvo y me dijo, No creo que sea buena idea hacer eso”, hizo una pequeña pausa, !No digo que sea mala tu idea, sino que tu intención es buena, pero la situación no lo a merita¡
Pasaron unos días después de esa noche. Habíamos adelgazado mucho, nos encontrábamos casi en los puros huesos apenas sí teníamos fuerzas para andar, pero encontramos una casita de madera al poco tiempo de empezar a caminar, dentro de ella se encontraba comida servida en una mesa empezamos a comer felices. Hace mucho tiempo que no comíamos tan bien. Después de haber comido demasiado, nos quedamos dormidos en la sala de estar, al despertar vi que había empezado a oscurecer, me dirigí hacia Hansel, Ya sé que anocheció, pero no te quería despertar porque hace mucho tiempo que no dormíamos tan bien y en un lugar ten cálido”, con esas simples palabras me hizo sentir como si mamá me hablara y me reconfortará. Me volví a acomodar junto a él y me dormí.
A la mañana siguiente desperté, pero Hansel no estaba a mi lado, un aroma delicioso atrapó mi nariz y me dirigí hacia donde supuestamente está la cocina y encontré a Hansel cocinando.
Después de haber desayunado empacamos comida no perecedera y agua. Dejamos la casa con el fin de salir del bosque.
Un par de semanas después, cuando ya no quedaba más comida volvimos a la misma situación. Paso alrededor de un mes y medio, y hace unos días que Hansel no me hablaba, en realidad lo había empezado a cargar en mi espalda, en las noches tenía poco tiempo para dormir, ya que los animales lo atacaban seguido.
Él había empezado a oler mal y tenía algunas llagas con pus, así que yo tenía que meterlo al rio para lavarlo.
Pasado unos dos o tres días casi no tenía fuerzas para cargarlo todo el día, había decidido dejarlo bajo un árbol y que me alcanzara al rato, cuando dejara de jugar al niño pequeño, ya cuando llevaba una distancia razonable me detuve enfrente de un pequeño riachuelo, levanté mi vista y logré apreciar una casa hecha de caramelo y por lo que he visto durante mi estancia en este bosque, era algo normal con todo lo que había pasado hasta ahora.
Cuando entré dentro de la casita todo era al principio borroso y no tenia recuerdo alguno del camino por el cual me había venido, pero en cuestión de tiempo todo mi vista se aclaro y termine encontrándome con mi hermano Hansel sentado en un sillón recibiendo comida de una ancianita muy amable por lo que veía, Hermanita, ven y siéntate a comer con nosotros, dijo mi hermano haciendo un ademán dándome a entender que era bienvenida por primera vez desde que nuestra madre nos dejó.
Ya era de noche y decidimos irnos a dormir, entré al cuarto que me señaló la ancianita y antes de cerrar la puerta la escuche decirme, Que duermas bien querida, mañana será mejor para ti, lo siento por…”, eso me dejó algo desconcertada acerca de lo que me había querido decir, vi mi cuarto y era de color azul marino con toques de morado en los muebles, era maravilloso vi mi cama que era morada en su totalidad y en la cabecera estaba escrito mi nombre ´Gretel¨ cuando me recosté escuche la voz de mi madre diciendo, Por fin te tengo en mis brazos de nuevo, mi Gretel, te he extrañado mucho, pero ahora los tengo a los dos”, empecé a llorar un poco, y comenzaba a sentir mi cuerpo más ligero y libre, cerré mis ojos para seguir escuchando la voz de mi madre y la de Hansel, Gretel duerme, duerme, duerme…”, escuchaba una y otra vez por parte de mi familia.



~Anciana~
A la mañana siguiente, fui a ver a la niñita que encontré tirada cerca del arroyo, la pobrecita estaba inconsciente y desnutrida, la traje para atenderla pero no despertaba, pero seguía respirando, la llevé a un cuarto  que le había pertenecido a uno de mis hijos, pero ahora solo se encontraba una cama blanca, una mesa de noche a la derecha y una cabecera de cedro pulida y sin ralladuras, era para que durmiera. Cuando volví a entrar seguía dormida, la trate de despertar, pero no podía chequeé su pulso y su respiración pero era demasiado tarde ella había fallecido, ni siquiera pude saber su nombre.

En la noche había hecho una pequeña tumba para ella, la enterré, y desde ese día voy a mi jardín trasero para visitarla y platicar con ella, para saber que cuando me valla al más allá, habrá alguien que me espere y me reciba allí.

Fin.
Alan Arvilla

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